Sunday, November 25, 2012

Historias para libros

"Comenzamos a saber lo que es la soledad cuando oímos el silencio de las cosas. Comprendemos entonces el secreto sepultado en la piedra y despertado en la planta, el ritmo oculto o visible de la naturaleza entera. El misterio de la soledad reside en el hecho de que para ella no existen criaturas inanimadas. Cada objeto posee su lenguaje propio que desciframos gracias a silencios inigualables."  E. M. Cioran


Mi viejo libro me pregunta -¿por qué me han abandonado?-
Ya nadie viene a visitar mis cálidas páginas, -me dijo-
Solo tu y otros como tu vienen de vez en cuando por aquí,
me toman, y al leerme me permiten contarles quién soy y qué llevo dentro,
aquellos tesoros que hay escritos en mis páginas,
aunque sólo los cuento para los que saben encontrar esos tesoros.
Pero, al menos, antes venían a buscarlos -dijo sin disimular su deje de nostalgia-.

Yo, consciente de la situación, y de lo difícil que sería aceptar
que las personas solo leían libros digitales hoy en día,
o que las personas habían aprendido a leer no sólo libros,
sino también cine, edificios, paisajes, moluscos y canguros,
con todo, le quise contar una historia para libros,
una historia que, tal vez, le permitiría renacer a un mundo nuevo.

Le dije que un sabio muy antiguo había dicho que los libros
también tienen alma,
y que esa alma es lo que los hace poder ser leídos,
que esas almas pre-existían y que podían migrar de unos cuerpos a otros,
que a veces, esas almas estaban contenidas en piedras o en murciélagos,
en prados o en acantilados de agua fresca.

Cuando vi la cara de profundo interés que puso mi viejo libro,
sentí que era el momento de contarle el resto de la historia.
Así que, sin dejar de acariciar con mi mirada sus páginas,
tomé el último impulso para terminarla:

"Tu también tienes alma" -le dije-
"No lo sabía, esto es totalmente nuevo para mi...
pero presentía que lo que yo era no se agotaba
en estas páginas tan mías" -dijo reflexivo-
"Creo que estás comprendiendo tu propia trascendencia"
-le dije mirándolo a los ojos con sinceridad
a la vez que pasaba delicadamente otra de sus páginas-

Mi viejo libro se quedó en silencio por unos segundos,
fueron segundos vividos desde la eternidad,
parecía que habían pasado unos segundos,
pero en realidad habían pasado mil años.
Los dos habíamos trascendido,
habíamos aprendido a estar unicamente en el presente
y después de mil años todo era muy distinto,
pero todo seguía teniendo alma.

Mi libro decidió migrar.
Llevó aquello que hacía posible leerlo al mar,
por eso aun hoy, muchos logran leer el mar,
porque saben que el alma de los libros está en todas partes.









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