Caminó largo desde su estancia personal,
aunque aún sentía aquella daga incrustada en su corazón.
"Las olas del mar interior tienen su propio tiempo, su propio ritmo y sonido",
- sintió en ese momento con diáfana esperanza -
allí el presente se detuvo largo como el tiempo,
y con determinación decidió desincrustar aquella daga de fuego.
Volvió entonces a sentir la vida como retoño de flor,
y de nuevo su sonrisa azul brotó.
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