Saturday, October 13, 2012

Nos hiciste llorar sin afligirnos

Tranquila, tierna y tímida la tierra se asoma en su aroma, y aunque en efecto haces llorar, menos mal no de aflicción. Me ha encantado esta oda a la cebolla, que es una oda a las simples cosas de la vida, la trascendencia de lo prosaico como una cebolla. Recuerdo mucho grandes extensiones de tierra en medio de una densa niebla por el bravo frío de la montaña, recuerdo en mi infancia esos campos de cebolla junto a la carretera, que anunciaban su presencia desde mucho antes de llegar cerca de ellas. Y sí, también recuerdo que no creía que uno podía llorar por ella, hasta que un buen día también a mi me pasó, y me pareció  asombroso e increíble. Transcribo esta hermosa oda de Neruda, homenaje a la vida simple y a las fragancias de la tierra.




Oda a la cebolla

Cebolla,
luminosa redoma,
pétalo a pétalo
se formó tu hermosura,
escamas de cristal te acrecentaron
y en el secreto de la tierra oscura
se redondeó tu vientre de rocío.
Bajo la tierra
fue el milagro
y cuando apareció
tu torpe tallo verde,
y nacieron
tus hojas como espadas en el huerto,
la tierra acumuló su poderío
mostrando tu desnuda transparencia,
y como en Afrodita el mar remoto
duplicó la magnolia
levantando sus senos,
la tierra
así te hizo,
cebolla,
clara como un planeta,
y destinada
a relucir,
constelación constante,
redonda rosa de agua,
sobre
la mesa
de las pobres gentes.

Generosa
deshaces
tu globo de frescura
en la consumación
ferviente de la olla,
y el jirón de cristal
al calor encendido del aceite
se transforma en rizada pluma de oro.

También recordaré cómo fecunda
tu influencia el amor de la ensalada
y parece que el cielo contribuye
dándote fina forma de graniza
a celebrar tu claridad picada
sobre los hemisferios de un tomate.
Pero al alcance
de las manos del pueblo,
regada con aceite,
espolvoreada
con un poco de sal,
matas el hambre
del jornalero en el duro camino.
Estrella de los pobres,
hada madrina
envuelta en delicado
papel, sales del suelo,
eterna, intacta, pura
como semilla de astro,
y al cortarte
el cuchillo en la cocina
sube la única lágrima
sin pena.
Nos hiciste llorar sin afligirnos.

Yo cuanto existe celebré, cebolla,
pero para mí eres
más hermosa que un ave
de plumas cegadoras,
eres para mis ojos
globo celeste, copa de platino,
baile inmóvil
de anémona nevada.

Y vive la fragancia de la tierra
en tu naturaleza cristalina.



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