Una primera exigencia de la vida práctica es que necesitamos puntos de apoyo fijos. Esto es, parece que necesitamos frases o expresiones que nos den una cierta sensación de que algo permanece y que no todo es un constante fluir sin sentido. Así por ejemplo, aparece en nuestra vida psíquica la necesidad de no tener que angustiarse por armar y reorganizar cada vez el mundo con el pensamiento; así mismo parece más natural aceptar las cosas que experimentamos cotidianamente de una buena vez y no darle vuelta a ideas o a pensamiento ya que al fin y al cabo la experiencia seguirá allí tal cual con la irremediable cotidianidad en donde la dejamos. Con todo, aparece a nuestra consciencia algo mucho más antinatural desear no quedarse con la pura vivencia de la experiencia cotidiana de vida, y no solo hacer evidentes los puntos fijos en donde nos apoyamos, sino por lo demás poner e aprietos esos puntos fijos para parecernos más al hombre que corta la rama del alto árbol en donde está sentado.
Ahora bien, si todo lo que es real es porque antes era virtualmente posible, entonces la realidad del pensamiento, esto es, de la evidencia y puesta en cuestión de los puntos fijos en donde apoyamos nuestra existencia, y que por de demás deja todo tal cual como estaba cuando se comenzó con él, nos abre a una perplejidad aún mayor cuando podemos entonces formular la siguiente cuestión: si el orden de las cosas permite que exista la posibilidad del pensamiento, pero éste se presenta bajo una capa de antinaturalidad y de cierta inutilidad y ociosidad, entonces ¿qué justifica la existencia de tal posibilidad?
El asombro humano frente al pensamiento pasa por la perplejidad de descubrir que se tiene una capacidad de acción, que hemos llamado pensar o filosofar, a la que parece en principio menos inteligente recurrir porque no puede modificar un ápice la experiencia que se vive y que no se dejará de vivir: el trabajo, la vida, las dificultades y problemas que conlleva existir como ser humano, los problemas económicos, la ausencia de justicia en el mundo, el dolor, el hambre material o interior, la enfermedad, la vejez y la muerte. Todo parece precisar de otra actividad humana y es el conocimiento, pero no así del pensamiento, pero entonces, ¿por qué existe y sigue existiendo la posibilidad del pensamiento a pesar de todo el conocimiento que hemos ganado del mundo, de la vida, de la acción y que sí nos podría ayudar en algo a solucionar o a entender mejor los grandes problemas humanos antes mencionados?
Un filósofo famoso, al formularse esta misma cuestión que planteamos aquí, propuso que si el pensamiento no sirve para el conocimiento, entonces debe servir para otra cosa y es para la acción moral. Entonces resolvió proponer que en el mundo de los fenómenos naturales en los cuales se pueden descubrir ciertas regularidades de comportamiento a las que se han llamado leyes que rigen las cosas naturales, o también llamadas leyes de la naturaleza, en esos fenómenos debe operar el conocimiento, mientras que en otro tipo de asuntos humanos como los asuntos referidos a lo justo o lo bueno, entonces, como sobre eso no puede haber conocimiento certero, entonces para discernir sobre lo justo y lo bueno es que debe funcionar el pensamiento.
Otro filósofo famoso, frente a esta misma cuestión, propuso que si bien la acción de conocer permite una paulatina mejor comprensión de los fenómenos naturales, con todo, todos esos conocimientos estarían como desligados unos de otros en su sentido más global y general, proponiendo entonces que al pensamiento le compete organizar un sentido racional para todas las acciones de los hombres, incluyendo las del conocimiento.
Ahora, hoy en día parece una posición más o menos común que el pensamiento simplemente estorba y no sirve para nadad porque no podemos modificar un ápice la realidad tal como lo veníamos diciendo. A esta conclusión parece haberse llegado desde una filosofía que identifica lo que es una cosa con su función. Así, si lo que define una cosa es su función, o su para qué sirve, entonces en el caso del ser humano en la actualidad, parece que éste para lo único que sirve para que las cifras macroeconómicas cambien para bien o para mal, según el lugar de mirada, sirve para que produzca con su acción los votos necesarios para que alguno que otro grupo de hombres puedan tomar decisiones por otros, sirve el hombre también para seguir alimentando con su vida los deseos de quienes quieren hacer que el hombre produzca bienes y servicios para mantener o modificar las cifras económicas, sirve para miles y miles de cosas, como entretener, escribir, cantar, acompañar o competir. De este modo, alguien podría aventurarse a decir que es ese tipo de acciones descritas las que en efecto sí sirven porque sí modifican la realidad, o modifican en algo la vida o las costumbres, pero ¿en realidad la modifican? o ¿qué es lo que en medio de esas acciones hace que en efecto se modifique la vida?
Así, para volver a la argumentación tenemos hasta el momento lo siguiente: afirmamos que necesitamos puntos fijos, también afirmamos que en apariencia el pensamiento, aunque posible, es inútil frente a la modificación real de la vida que tiene la acción, sin embargo interrogábamos qué es aquello que en las acciones descritas hace posibles la modificación; pues bien, la hipótesis es que en las acciones se expresan pensamientos y éstos son los que terminan transformando en tanto que logran trastocar la seguridad de los puntos fijos, destruyendo los pensamientos dados y modificándolos. Se concluye entonces que en efecto es el pensamiento el que logra modificar la vida, luego finalmente le pensamiento no es inútil, más hay que entender que lo que se hace con él es hacer explícito lo que se afirma en la comprensión que se dice cuando se actúa, y precisamente eso es lo que hace la filosofía.
Con todo, en el mundo cotidiano estas revoluciones del pensamiento no acontecen sino desde la implicitud de la fatiga del pensar. En efecto, citando a Karl Jaspers:
"Las expresiones corrientes, por ejemplo, son, en su mayor parte, expresiones de la necesidad de un punto de apoyo; se prefiere mucho más una opinión fija, que nos libere de ulteriores pensamientos, que el peligro y la fatiga de un incesante y continuo pensar."El pensar se presenta bajo la característica de la fatiga, de lo antinatural, mientras que los puntos fijos se presentan bajo la estela de la seguridad y de la libertad de tener que fatigarse pensando cada vez las cosas. En realidad el pensar ya está presenta en la acción transformadora implícitamente, luego no siempre el pensar resulta fatigoso, pero sí tal vez el filosofar en tanto volver explícita la comprensión del pensar que se expresa en la acción de por sí transformadora.
Con todo, para otra entrada, es necesario aclarar por qué es razonable afirmar que en la acción se expresa ya un pensar.
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