Con la misma satisfacción de siempre, terminó su práctica musical de aquel día para darle paso al silencio del medio día. Se concentró en los sonidos que se pueden escuchar cuando muchos otros sonidos se apagan o se atenúan, como es el sonido de los carros que pasan a lo lejos, que son como el sonido de las olas del mar; pero también las ollas de los vecinos que se chocan en pequeñas partes mientras se quitan o se acomodan en diferentes lugares, y que hacen ese sonido tan característico e inconfundible de las cocinas; pero también algunas faenas amorosas de los que aprovechan el domingo al medio día para ponerse al día con sus contratos de pareja.
En esta región bañada por el sol, le fue también fácil escuchar los coros de los muchos pajaritos que andan libremente de árbol en árbol, de esos tan hermosos que hay por la cuadra en donde vive, pues aunque habita en la ciudad, los árboles son como compañeros silenciosos que acompañan con su presencia la existencia de aquel hombre singular.
Sentía que el mediodía del domingo, con su particular silencio, era muy parecido al mediodía de la existencia humana, pues ya se ha pasado el amanecer, con su despertar, con su toma de consciencia de que la vida, bajo esa forma humana de ser, ha comenzado de nuevo y se ha permitido otra oportunidad con ese nuevo ser existente. Pero también se ha pasado la mañana, con su luz fresca y suave, con su ímpetu que no mide el riesgo y que sabe que toda su vida está simplemente por delante. En cambio, cuando llega el mediodía, su existencia pareció tornarse reflexiva, un poco más quita, con cierto cansancio por la mañana recorrida y ya perdida para siempre, tan solo grabada en su memoria y en la memoria de todos aquellos que tuvieron contacto con su existencia mañanera.
Tenía entonces la sensación de que faltaba media jornada, todavía tenía la intuición de que el final del día, el descanso de la noche silenciosa, todavía estaba a medio camino, todavía quedaba la mitad por recorrer. Tenía en su mente la idea de que era un pequeño respiro para tomar las fuerzas necesarias para recorrer la otra mitad, y todo eso lo logró escuchar y comprender tan solo porque aquel día era un domingo con un hermoso silencio al mediodía.
Foto tomada de http://www.alvaro-garcia.com
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